Ella -una ninfa, una deidad- mira su hermosura y su herida. Los ojos abandonados. La piel joven. No es de dolor su mirada. Hay un delicado tormento. Se toca la piel, la íntima muerte. Ella se muere desnuda de vida.
Palabras sobre la escultura “La Ninfa y el escorpión”, de Lorenzo Bartolini, expuesta en el Museo del Louvre.
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